Poesía

¿Es posible la poesía sin amor?
Yo respondo: ¿por qué no?
Poesía es encontrar la riqueza en la pobreza
La abundancia en la escasez
La alegría en la tristeza

Poesía es plantarle una sonrisa al mundo
Desafiante
Poesía eres tú
Poesía somos todos
Poesía es la flor en el campo yermo

Poesía es el fuego de la vida
Que nos abraza
Que nos une
Que nos hace ver las cosas desde dentro
Que nos hace amar...

¿Es posible la poesía sin amor?
Yo creo que no.
Poesía es amar a las cosas
Poesía es amar a la vida
Poesía es...poesía.



Soledad

                Cuando llegó a casa, no había nadie. La más solitaria oscuridad lo oprimía. Juan se tambaleó en su borrachera en busca del interruptor. Tras tropezar con el sofá y tirar una mesilla, dio con lo que buscaba. “Pero ¿qué cojones pasa aquí?” La luz no se encendió. El miserable llegó milagrosamente a la cocina y abrió el frigorífico. Sólo medio limón quedaba en él. “¡MARÍAA!” Nadie respondió. “COMO TE PILLE TE VOY A MATAR”. De nuevo, silencio. Con dificultad se arrastró hasta su cuarto. Vacío. Cuando cayó en la cama, se sintió inexplicablemente feliz.


                Una cantidad ingente de personas formaba la cola en medio de la calle. Juan esperaba su entrada en la oficina del INEM sentado a la sombra, abrazado a sus rodillas. Entre las manos tenía la nota que le había dejado su mujer:
                “Estimado hijo de puta:
Estoy harta de tus borracheras diarias, de que no des un palo al agua, de tus mentiras… estoy harta de ti. Me voy. Me llevo a Laura. No esperes volver a vernos nunca.
                Adiós.”
                Mientras tanto, llegaba a él una algarabía de voces y ruidos. Los niños jugaban a su lado en un parque, riendo, felices, a la luz del sol. “No esperes volver a vernos nunca…”


                El sonido del teléfono le taladraba los oídos. Nuestro héroe buscaba desganado en el frigorífico: había bebido todas las cervezas. Aunque eran las tres de la tarde, la luz no entraba por las ventanas y la cocina se hallaba en tinieblas. Tras dar un enfurecido portazo, Juan fue al mueble-bar del salón. Sólo queda un culo de una botella. “Manda cojones…” Mientras, el teléfono seguía gritando sin parar. Tras terminar el bourbon de un trago, cogió el maldito teléfono. Era Yolanda, la asistente de su padre.

                               
                “La ministra de Empleo y Seguridad Social, Fátima Báñez, ha afirmado hoy que la recuperación económica ‘va sobre ruedas’, pues España ‘lidera la bajada del desempleo en Europa’…”
-         -   Juan, amigo, la cosa está muy mala. Con la que está cayendo, en vez de a las Bahamas hemos tenido que ir a Italia este año – dice Carlos, eterno, fiel y comprensivo amigo de nuestro protagonista.
-         -   Así es – afirma su mujer – Mira, venimos de las rebajas, hemos comprado todo esto – muestra innumerables bolsas de ropa y complementos.
-          -  Como digo, la cosa está fatal, amigo.
Juan mira sin ver su tercera copa de vino, sin hacer caso al matrimonio.
-       -    Me tengo que ir.
-       -    Sí, claro… - empezó Carlos. Pero su estimado amigo ya se había ido cual sombra errante.



  
                 El viento corría incansable, molestando a nuestro hombre. Mientras el cura hacía los imprescindibles oficios funerarios para que el difunto pasara a mejor vida, Juan fumaba un cigarro tras otro desde sus oscuras gafas de sol, apoyado en un viejo ciprés. Su repugnante borrachera lo ayudaba a sobrellevar la situación. Pensaba. Aquella mañana una carta llevó a su puerta el cartero. Lo desahuciaban.
-          -  Señor, mi más sincero pésame…
-          -  ¿Tú quién eres?
-          -  Soy el abogado de su padre. Vengo a hablarle de la herencia.
-        -   Sí, buen momento para hablar de dinero, putas, viajes…-el beodo heredero por poco se cae.
-         -  ¡Señor, téngase!
-         -  Estoy bien, joder, ¿no lo ves? ¿Cuánto…?
-         -   Perdone, ¿cuánto?
-         -   Sí, cuánto la herencia…¿sabes?
-          -  Señor, su padre tenía muchas deudas. Ya sabe, la letra, la asistenta…
-        -   Déjate de rodeos: ¿cuánto?
                     En aquel instante, un lejano rayo se hizo oír. El cielo descargó toda su furia, y la inexorable lluvia acompañó al furioso viento, apagando el cigarrillo a nuestro héroe.
-          -  ¡Mierda! – Juan se fue, dejando al atónito abogado sin saber qué hacer.


               Tras media hora de implacable subida, la ciudad se extendía brillante ante él. “Si pudiera…” Juan no atendía en absoluto a la exuberante naturaleza que lo envolvía y que lo observaba fijamente, desde las sombras. Cuando recobró el aliento, dio varias patadas a cuanto tenía a su alrededor, enfurecido con el mundo, y cayó al suelo. Seguía lloviendo reciamente, pero a él todo le daba igual. “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”


               Días después, se halló el cuerpo inerte de Juan en el fondo de un barranco. A nadie le importó, más allá del misterio que envolvía su trágica muerte. Nunca se supo si se tiró él o fue empujado… Dios sabe por qué.


Amor

   Un torbellino de ideas y de alegría danza libremente en mi cabeza. El amor empieza a correr en mis venas, como la rosa que comienza a florecer, como un faro que anuncia la llegada a tierra, como un hombre que no aprende y tropieza por enésima vez con la misma piedra. Todo a mi alrededor es poesía. Cada palabra, un recuerdo; cada recuerdo, una sonrisa; a cada sonrisa, más enamorado estoy.

September ~ (8-9-2013)

   Septiembre tornaba a su fin. Estaba distraído, contemplando a través de su ventana el paisaje otoñal que se le extendía. La lluvia se llevaba las primeras hojas que caían, el viento azotaba las copas de los árboles y el cielo gris empezaba a oscurecer. Pensaba en ella, como siempre que estaba solo. Pensaba en la última vez que se vieron, en su olor, en su sonrisa... Y también como siempre, pensó sobre sus posibilidades. Le había declarado su amor, pero ella no había dejado nada claro. Él sabía que no tenía nada que hacer. Intentó reprimir las lágrimas cuando aquella canción sonó, pero no pudo. Tan absorto en sus pensamientos estaba que no oyó cómo se abría y cerraba la puerta de su cuarto y unos pasos hacia él se acercaban. Era ella. Lo abrazó por detrás, lo besó en la mejilla y le susurró al oído "No te preocupes, todo va a salir bien. Te quiero."
   Entonces despertó. Despertó con ese sopor típico, sin saber si había estado soñando o no. Contempló sus libros, miró a la ventana. Había anochecido. "Ha sido un sueño" pensó. "Algo así no me va a pasar nunca. Ella jamás se fijaría en mí." Y sin cenar, se acostó y se durmió entre lágrimas y tristes pensamientos.

Soledad (10-9-13)

   Siempre había sido un chico solitario. Desde pequeño le gustaba ir a un bosque cercano a su urbanización y pasear entre las encinas, ya fuera primavera, verano, otoño o invierno. Era una forma de alejarse tal vez por unos momentos de todos sus problemas: de los gritos en casa, los abusos de los compañeros de clase...
   Pero ese día de septiembre, que nunca olvidaría, fue distinto. No estaba solo en aquel encinar. Deambulando por allí vio a una muchacha hermosa, seguramente de su edad. Era rubia, de ojos verdes como un caudaloso río y de piel blanca como la nieve. Parecía distraída, metida en su mundo, llevada por sus pasos hacia ningún sitio. Él la observaba desde un pequeño puente de madera que cruzaba uno de los sendos riachuelos que surcaban el bosque. Cosa extraña. No solía haber nadie por esos lares. Y lo que más lo extrañaba era el no haberla visto nunca. Finalmente, se decidió a saludarla. Cosa extraña también. Siempre había sido un chico tímido, raramente se acercaba a las chicas de su edad; pero con ésta había algo distinto y no sabría explicarlo. La saludó. Ella no lo había visto y se sorprendió, pero pronto estuvieron sentados sobre las hojas secas, apoyados en un árbol, charlando sobre cualquier cosa.
   Esto pasó día tras día, mes tras mes. Hiciera frío o calor, lloviera o granizara. Habían encontrado un pequeño escondrijo, un agujero hecho en unas piedras donde cabían sentados y podían resguardarse de las inclemencias del tiempo. Tenían los mismos gustos: les encantaba leer, el cine, escuchaban la misma música, ambos tenían problemas con sus padres... Él creía que había algo mágico y a la vez extraño en su relación Había veces que estaban callados todo el tiempo, contemplando el paisaje o caminando; otras hablaban sin parar...Incluso algunas veces pasaban el tiempo mirándose fijamente.
   Él sentía algo cada día más profundo por ella, algo que no había sentido antes por una chica, y no sabía cómo actuar ni qué hacer cuando pensaba en ello. Pero cuando estaban juntos, todos los problemas se esfumaban. No había momentos incómodos ni tensos; no había discusiones ni riñas. Ella era la mujer que él siempre había soñado. Era perfecta...
   Hasta que un día de junio, en que estaban sentados en un saliente de roca desde el que se alcanzaba a ver buena parte del panorama, sucedió. Lo recordaba perfectamente, como si hubiera sido ayer. Estaban hablando de lo que harían esas vacaciones. Ella iría a su pueblo y se iba al día siguiente. Él viajaría por su país, pero no sabía cuándo se iría. Lo cierto es que la idea de no verla en un tiempo lo entristeció, y bajó la cabeza, meditabundo. Ella se dio cuenta, y cogió su barbilla con una mano y la subió para que lo mirara. Estaba llorando, y le enjugó las lágrimas. "No llores, bobo. Volveremos a vernos... pronto." Le decía. En estas estaban cuando ella se acercó lentamente hacia él. Éste no sabía muy bien que hacer, así que la imitó. Esos momentos se le hicieron eternos, hasta que al fin sus labios se rozaron. 
   Él nunca pensó que su primer beso sería así. Fue algo mágico, extraño, y a la vez... frío.

   El verano pasó. Esperaba pletórico el momento de su reencuentro, y casi corría hacia el saliente de piedra donde se vieron por última vez. Era septiembre. Se conocían desde hacía un año, pensó. Y mientras esperaba, se puso a rememorar todos los hermosos momentos que habían pasado. Así estuvo, absorto en sus pensamientos y buscando con la mirada su llegada, hasta el anochecer. Día tras día, mes tras mes, él fue a aquella piedra y a mil sitios más. Pero ella no llegó. Pasó un año, y con él toda su ilusión y esperanza. "No volverá" pensaba. Y lloraba amargamente, sin nadie que lo consolara en aquel bosque solitario. Solitario como lo era él. Y como siempre lo sería, pensaba.
   Pero un día, paseando por el bosque, tropezó con algo. Tras maldecir aquello que fuera, lo observó. Era una lápida, y parecía ser muy antigua. La limpió como pudo con la mano y, cuando contempló el nombre que en ella estaba escrito, enloqueció.

   A los pocos días, su cuerpo fue hallado junto a la lápida. Se había ahorcado, y su cara reflejaba una expresión de terror tal que nadie quería tocarlo. Finalmente fue enterrado debajo de donde se había suicidado... junto a Ella.




Noche invernal (29-1-2012)

   Hacía frío aquella noche de invierno. La más absoluta soledad lo acompañaba. Cada vez que pensaba en ella...
Todavía no comprendía bien lo que acababa de pasar. O más bien, no lo asimilaba; sabía perfectamente lo que había sucedido. Ella se había ido, y no la iba a volver a ver. Nunca.
   El gélido viento le apuñalaba la cara. Seguía de pie, tal y como estuviera cuando supiera que ella se había ido. Seguía junto al banco de siempre, frente al silencioso río. Ya era tarde. No había nadie por aquel lugar, por aquel parque de tétricas formas. Sólo estaba él, solo. No sabía cuánto llevaba allí, ni tampoco quería saberlo. Había perdido la noción del tiempo mucho antes. "Adiós, cariño" fueron sus últimas palabras. No volvería a besarla, a tocarla, a abrazarla; no la tendría más entre sus brazos ni en sus piernas; no notaría de nuevo sus caricias ni su pelo entre sus manos; no oiría otra vez su bellísima voz; no sentiría el roce de su cálida piel. Todo había acabado tras ella. Y ahora, solo ante la inmensidad, no tenía de otra. Cogió la pistola que se hallaba en el suelo. La martilleó, y se acercó al cuerpo inerte de ella. Púsose el arma mortal en la sien, y, tras recordar todo aquello que pasaran juntos, disparó.



Mañana de verano

En una glauca mañana de verano
en su cénit el sol abrasador
emprendo animado el camino
por el campo castellano en su extensión.
A cada momento
la naturaleza muestra su esplendor.
Caminando me siento vivo
alegría, cansancio, calor.
Suave el viento corre,
los pájaros me ofrecen su canción.
Y yo sigo adelante
en tan preciosa estación
disfrutando del paisaje
sin ninguna preocupación.