Capítulo 1. El amor. Victoria...

En medio del desierto nació la rosa. En el pueblo de maloliente nombre nació la chica de nombre triunfal y apellido alegre. Ésa cuya sonrisa me eleva al cielo. Ésa cuyos ojos azules como el hielo me congelaron el corazón, y ahora sólo por ella late. Esos ojos azules como el mar en los que hundirme y ahogar mis males para que tus labios me rescaten. Ésa que me hace sonreír como nadie. Ésa de nariz fina, labios carnosos, piel blanquecina, muslos sabrosos... Ésa que ocupa mi mente y mi imaginación, ésa a la que deseo con fervor. Ésa que es buena, rozando la perfección. A ti te escribo, vida mía; en ti pienso a todas horas; por ti mis días son mejores y mi felicidad es mayor. En ti pienso cuando sale y cuando se pone el sol. Luz del alma mía, tú alejas la monotonía de mis días y traes la Alegría. Tú haces que tenga una sensación de vacío en el estómago, como si se saliera de su sitio, como si me cayese desde el abismo. Tú haces que se me encoja el corazón de sólo pensarte. Tú haces que un escalofrío recorra mi espalda. Tú haces que sienta una presión en el pecho, como si me faltara el aire que sólo tú puedes insuflarme... Puede sonar exagerado, grandilocuente; no lo sé, es lo que siento. Todos hemos estado enamorados, ¿verdad? Son muchas las cosas que olvido o que no alcanzo a expresar en este escrito. Siento que mis palabras no reflejen todo lo que siento. Cada día me siento más incapaz de expresarte lo que siento con palabras. Sé que sabrás perdonarme. El poeta siempre busca la perfección (que eres tú, te encontré). Larga distancia nos separa, la misma que nuestro amor elude. Tú has conseguido día a día romper las murallas de mi corazón, asaltar mi gélida fortaleza y llenarla de calor. Por eso te doy las gracias. Gracias por ser mi lucero entre las sombras. Por eso digo: Victoria...

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