La ciudad se levantó abrumada

La ciudad se levantó abrumada
entre rayos solares y gases.
Paseando fuimos testigos
de la luz tomando las calles.
Inquietos cruzaban los conejos

el camino.
Sólo oíamos el paso del viento,
la arena bajo nuestros pasos,

el callado murmullo
de espigas y árboles.
El sol llegaba tanto a la
lejana meseta,
allende la ciudad;
como a tus ojos, ocultos
por tus gafas.

A la aventura nos lanzamos
al ignoto cerro urbano;
recorrimos todos los caminos
guiándonos con el plano.
Preciosas vistas,
mejor compañía.
Sí, costó llegar a lo alto
de la cumbre;
pero una vez llegados,
¡Qué descanso!
Me apoyé en tu regazo,
cielo, sol, tu pelo y tu sonrisa.
¿Qué más puedo yo querer que
el azul, los rayos, el negro, tú?
De tus esferas el rocío salado
de las flores no derrames;

por mucha distancia que nos separe
siempre estaré a tu lado.



















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