Mi pueblo

          Los cabizbajos heliotropos me dieron su mustio saludo. Los extensos campos áureos y bermejos recibían mis melancólicas miradas desde el coche que me devolvía a mi pueblo. Ante ellos, y conforme íbamos avanzando, se encendía vivamente la luz de mis recuerdos, imágenes creadas en mi más tierna mocedad y desarrolladas a lo largo de toda mi vida. Recorríamos estas tierras de labradores por la carretera comarcal, pasando por los pueblos de alrededor, hasta llegar a un altozano desde el cual la vista del pueblo se nos ofrecía. La agrupación de casas de tejados inclinados con el campanario sobresaliendo sobre todas, el depósito de agua a la entrada, el cementerio a un lado. Cruzamos el pequeño puente de piedra para pasar al otro lado del río sin cauce (el mismo que, según los ancianos, se desbordaba antaño creando serios problemas), dejamos a un lado la señal de “Casasola de Arión” y serpenteamos las callejuelas, pasamos por la plaza del ayuntamiento y llegamos a casa.
           Una vez allí, me reencontré con las mismas calles, las mismas casas, las mismas personas, los mismos objetos que recordaba de otros años. Reviví los escenarios donde anualmente interpreto un pequeño acto de mi vida. Uno de estos objetos que me traen de manera tangible momentos de otras épocas es una vieja y sucia (sucia, como todos los objetos viejos aquí) máquina de escribir, una Hispano Olivetti. Aunque no sea la misma, me ha venido a la memoria otra vieja máquina de escribir que busqué en vano, con la cual empecé a escribir junto a mi abuelo.
           En mi pueblo tengo cálidos recuerdos que parece que siempre estuvieron. Son sobre todo familiares, de puertas a dentro, en esa casa de adobes, ladrillos, forjados de madera, de viguetas de hormigón y cubierta de madera y tejas (mi abuelo era un poco chapucero) ¿Qué tendrá esa fría casa que tantas buenas sensaciones me hace sentir? Una casa en la que pocos días he pasado pero que más se acerca a mi idea de hogar que ninguna otra que haya habitado. Será que la idealizo, seguro que si viviera en ella un año entero se me quitaría de la cabeza; así que dejémoslo como está.


             Ahí están, olvidados durante el resto del año, casa, pueblo, campos. Ahora, un año después de dejar inconclusas estas palabras, vuelvo como siempre a Casasola, con la misma melancolía de costumbre. Este año, como todos, volveré a encontrarme con esas calles, esas casas, esa gente... esos recuerdos. Pero ahora vuelvo a él con la intención, también, de empaparme y dejarme influenciar aún más, de su gente, de su ambiente... Escribiré mil cosas influido por mi pueblo, y seguiré volviendo año tras año a reencontrarme con pueblo, recuerdos, familia y amigos. Aquí están mis raíces.














No hay comentarios:

Publicar un comentario