Mar de Castilla

Arte,
arquitectura,
cultura,
gastronomía,
literatura,
tradición,
historia;
lo siento pero os doy la espalda
para mirar
la naturaleza,
el paisaje,
el mar de Castilla.



El mismo paisaje, o parecido, que han observado tantos ancestros míos, tantos antepasados, con distintos ojos. Parece mentira, pero sus mentes son indescifrables. ¿Cómo pensaban? ¿Cómo han podido cambiar en tan poco tiempo, comparado con el de la evolución humana (ya no la de la naturaleza), las ideas que llenan nuestra mente? ¿Qué emociones sentirían contemplando esta tierra? Aunque eso mismo ocurre con mis coetáneos. ¿Qué me hace diferente de mis iguales? Mis compañeros ahora están lejos de esta grave muralla donde me apoyo, no les interesa como a mí lo que yo miro. Por mucho afán que tenga de comprender lo incomprensible, incomprensible sigue siendo; si no me conozco a mí mismo, ¿cómo hundirme en las profundidades marinas de los que me rodean?

¿Cómo escuchan una canción?

¿Cómo sienten una caricia?
Muchas preguntas, ninguna
respuesta.
Ésta es una tierra de
metafísicos;
la plenitud, la
inmensidad que se abarca,
las hectáreas abstraídas en un golpe
de mirada
mueven a la reflexión calmada.
Pero no,
la hora de volver ya llega.
Horas, horas, y más horas;
citas, puntualidades,
compromisos, fechas,
prisas, anticiparse,
madrugar...
Madrugar me mata
los recuerdos de mis sueños,
que caen olvidados bien adentro en
mi cerebro
y son expulsados con cada bostezo.
¿Qué filosofías puede
alentar la ciudad, la jaula metálica
del coche, los
árboles de luces artificiales,
los altos bloques?
¿Podemos ser verdaderamente libres
en la ciudad?
¿Y en el campo, tan vacío
de actividad,
tan abandonado?
¿Tan difícil es vivir
en calma?
Sí, mas no imposible.
Aquí se ve, en el campo.
Quién pudiera vivir aquí,
levantarse, dar cuatro pasos y
estrellarse
contra esta imagen.
Mar de Castilla...



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